Dentro de los múltiples errores y falencias que reveló la reciente crisis en el sector agrícola, es posible pensar que el de la improvisación y la falta de estrategias a largo plazo en nuestro país, es uno de los principales.
La Argentina carece de un plan estratégico de crecimiento y desarrollo económico-social, el que, por supuesto, debería ser de largo plazo. Ante tal ausencia, inevitablemente las medidas que se adoptan en el plano oficial quedan circunscriptas a las cuestiones coyunturales, es decir al corto plazo.
La implementación de retenciones móviles a las exportaciones de los principales granos, demostró que no hubo ninguna concertación previa para aplicar tamaña medida que afectaría potencialmente la estructura socioeconómica de ese sector de una manera profunda al congelar, entre otras cosas, el eventual incremento de rentabilidad.
El carácter de expropiatoria, intempestiva, imprevista y coyuntural que los agricultores atribuyeron a dicha medida, les dio el fundamento para organizar la más airada y traumática protesta protagonizada contra el Gobierno en los últimos años.
Ahora bien, lo reseñado no es el único aspecto en donde se denota la impronta gubernamental. La postergada reforma tributaria es otro ejemplo. Dado que mientras no se produce, sin cortes de ruta y sin la más mínima protesta, los sectores medios, los de menores recursos y los pobres de la sociedad, soportan y pagan a la par de los sectores más pudientes, el regresivo Impuesto al Valor Agregado (IVA) sobre los bienes de consumo. Estoicamente, sin chistar. Y aquí también se debe, necesariamente, redistribuir el ingreso cambiando el reparto de la carga tributaria, para que sea progresiva y no regresiva.
En otro orden, la reforma del sistema financiero es otra materia pendiente. La concentración de los recursos financieros y la escasez de líneas de préstamos que financien fluidamente las economías regionales y en especial, la inversión empresaria a largo plazo, es notoria y es causa de continuos reclamos. Pero, el Banco Central parece sumido en un “status quo” y a pesar que su Carta Orgánica le da herramientas para actuar, nada hace (1)
También en temas esenciales como la educación, la salud y la vivienda, sólo por citar algunos, no se conocen estrategias de largo plazo. Pero corresponde destacar que la falta de planificación estratégica a nivel nacional, ha sido una constante de todos los gobiernos de nuestro país que asumieron a partir de 1983 y que también es una falencia notable en innumerables empresas del sector privado incluido el agropecuario. A nivel oficial, antes de 1983, hubo algunas excepciones como, por ejemplo, los planes quinquenales implementados en las presidencias del general Perón de 1946 a 1955.
Es que la planificación estratégica ordena, coordina y obliga, no sólo a prever el futuro y cómo alcanzarlo optimizando el empleo de los recursos disponibles, sino que implícitamente impone establecer previas reglas de juego, claras e inteligentes, pensadas sistemáticamente en función de los actores sociales que deberán ajustar sus conductas a las mismas, incluyendo al propio Gobierno. Claro, no podemos ignorar, que de esa forma democrática de planear el futuro, saldrían a la luz y se afectarán a los grandes y concentrados actores económicos, que usufructúan de su condición oligopólica en diversos sectores de la economía y es previsible también, que generarán una fuerte y encubierta oposición.
No obstante quedó demostrado que la ausencia de una visión de largo plazo y de reglas de juego preestablecidas, puede poner en peligro un bien social esencial como es la paz. Muchos hemos observado como muy cercana esa posibilidad en los últimos dias.
Es, entonces, una inexcusable obligación de estado que la Argentina cuente con un plan estratégico de desarrollo de 5 a 10 años, con el cual se defina un modelo socioeconómico y se avance en forma coordinada en pos de los objetivos propuestos por el conjunto de la sociedad.
Caso contrario, los vaivenes de la coyuntura continuarán generando situaciones mas o menos parecidas a las experimentadas con el paro agropecuario. Y así, también el futuro, indudablemente, quedará sujeto a esos vaivenes. Y sabemos que en “un vaiven” se puede perder hoy lo que se ganó ayer y lo que es peor, se pueden perder buenas oportunidades que el mundo a veces brinda una sola vez.
Esta es una época que macroeconómicamente es de “vacas gordas”. Existe superavit fiscal; superavit de balance de pagos; récord de reservas externas en el Banco Central; crecimiento por cuatro años consecutivos del producto bruto interno, altos precios de commodities, pero nadie, cual paradoja, sabe a qué modelo de país apuntamos en conjunto.
De esa manera, quedamos irremediablemente sometidos al vaivén... y al consecuente riesgo de un fracaso más. Por eso, frente a la crisis, el actual Gobierno tiene desde ya la excelente oportunidad de repensar, planear y actuar con sentido estratégico en lo social y económico.
NOTA(1) El artículo 18, inciso g, de la Ley 24.144 posibilita la regionalización del crédito desde 2002. Nunca se implementó.
Cr. Miguel Pacher. Contador Público Nacional. Docente universitario.
Nota publicada el 4 de abril de 2007 en El Diario.
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