lunes, 30 de junio de 2008

Inocentes o responsables de nuestro destino?


Cuando nos encontramos en dificultades, cuando pensamos que nadie nos entiende, que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para actuar en contra, que somos victimas de las circunstancias, es cuando necesitamos un “clic” que nos haga cambiar nuestra manera de percibir el mundo. Es cierto que es poco sencillo darse cuenta que en realidad, lo que estamos percibiendo es producto de nuestra interpretación y que somos nosotros quienes tenemos la “llave” para cambiarla.
Es como alguien que va al psicólogo y le hace el siguiente pedido: Doctor, doctor necesito que me ayude. Mi trabajo es un desastre, mi jefe me persigue, mis compañeros no me atienden cuando les comento los problemas, la PC se tilda conmigo. En mi familia, mis hijos no me entienden y hasta el perro está furioso conmigo ¡Es el colmo de la mala suerte! ¡Estoy rodeado de gente muy difícil!”
Normalmente, ante estas circunstancias, casi siempre tendemos a buscar afuera la causa de nuestras desdichas. Nuestro primer pensamiento, (que se traduce en una expresión muy común), suele ser: "esto no pasa por mi culpa". En nuestra opinión, .siempre somos víctimas de las circunstancias, pobres inocentes pagando por los errores de los demás. Esta interpretación busca mantener alta nuestra autoestima, nos “protege en el área de justificaciones” y nos releva de toda responsabilidad. Y, paradójicamente y al mismo tiempo, hasta nos otorga el derecho a enojarnos con el mundo. Ese mundo cruel e injusto en donde no somos responsables de lo que nos pasa. Pensamos que los inconvenientes o problemas de relación interpersonal que tenemos nunca son causados por nosotros. En realidad ello deriva de nuestra miopía de visión y de nuestra falta de preparación y entrenamiento para manejar situaciones cotidianas. En consecuencia, la causa de todos nuestros pesares creemos que siempre es ajena.
Y así, como el problema no ocurre por nuestra culpa, (pensamos), tampoco es nuestra responsabilidad solucionarlo. Por una sencilla razón: “no fuimos quienes hemos originado las situaciones no deseadas así que no tenemos por qué ser nosotros quienes nos hagamos cargo.
Comienza el eterno círculo de justificaciones, y círculos viciosos, don de siempre esperamos que sea el otro el que cambien, que cambien las circunstancias, que cambie la conducción, que cambien el mundo”.
Entonces, ante preguntas como ¿Por qué llegamos tarde? Contestamos:
- Por la lluvia, las calles están hechas un desastre.
- Por el embotellamiento no sabes lo que es el trafico!
- Me llamaron por teléfono a ultimo momento
- La reunión se alargó, no paraban de hablar...

Si bien todas estas historias son probablemente “ciertas”, su “certeza” esconde una sospechosa conexión entre causa y efecto. El supuesto implícito en todas estas interacciones es la causa de nuestra tardanza externa. No tenemos nada que ver con el hecho de haber llegado tarde. Los culpables son la lluvia, el tráfico, el teléfono y la reunión que se alargó. Sin embargo, si no asumimos que somos parte activa de los “hechos-problemas”, tampoco podremos ser parte de la solución. Ahora bien: si nuestros problemas no son asunto nuestro, ¿qué es asunto nuestro?
¿Cuándo seremos puntuales?. Cuando pare de llover?, cuando termine el embotellamiento de tráfico?, cuando nadie nos llame por teléfono o cuando las reuniones terminen puntualmente?.
Además, desde esta actitud ¿qué ejemplo es el que damos como líder, como gerente, como amigo, como persona?. En nuestra ausencia de responsabilidad frente a todo lo que pasa nos volvemos un modelo perfecto de impotencia, de resignación y resentimiento. Unos amargados que descargan su ira contra un mundo injusto. Lo curioso, es que los que nos rodean aprenden de nosotros a descargar cualquier responsabilidad que caiga sobre sus espaldas y nunca desarrollan la musculatura necesaria para soportar el peso de asumirse como seres humanos maduros. Y así como culpamos a los demás por nuestras dificultades, sin duda recibiremos las culpas por las dificultades de los demás. Una conclusión perfecta donde nadie tiene que responder por nada y todos vivimos resentidos, creyendo que nos merecemos un destino mejor. (Pero sólo en la intención constante, sin actuar nunca, pues eso es cosa de otro).
Necesitamos entender e internalizar que el cumplir con nuestros compromisos, que el hacernos responsables de todos y cada uno de nuestros actos depende de comenzar a administrar y diseñar nuestro destino, de administrar las variables de nuestra vida que si están dentro de nuestro control.
Por el contrario, será paradójico cumplir con nuestros compromisos si seguimos pensando que siempre dependemos sólo de factores incontrolables.
El desafío es abdicar de nuestra responsabilidad o hacernos cargo de la misma. En la primera situación somos víctimas, en la segunda somos protagonista s de nuestro destino, es una obra de ingeniería apasionante y desafiante!!! Es nuestra vida!
¿Cómo salir de esta trampa? Cambiando la historia. Aceptando nuestro rol protagónico, en el problema. Reclamando para nosotros el poder de transformar la situación aún al costo de perder nuestra pretendida inocencia.
Entonces, las respuestas al ¿Porqué llegaste tarde? Seguramente cambiarán:

- Llegué tarde porqué no consideré que la lluvia iba a complicar el tráfico.
- Porque me enganche con un llamado telefónico y no me di cuenta del tiempo.
- Porque cuando propusieron extender la reunión no me anime a expresar mi desacuerdo e hice tantos comentarios como los demás...

De esta manera estamos en escena, somos protagonistas y por consiguiente podemos hacer algo. Podemos considerar cuál será el efecto de la lluvia sobre el tráfico y salir más temprano. Podemos prestar atención al horario y adoptar prevenciones. Podemos expresar que nuestro tiempo vale y que tenemos otros compromisos para activar la reunión.
“Ahora bien, aceptemos que nuestra responsabilidad siempre nos pondrá en la mira de los que buscan culpables”. Y este es el riesgo de vivir con autonomía y tomar la conducción de mi vida. Estamos llamados a aceptar el reto. Nuestra habilidad para responder no implica culpa o casualidad. Somos ahora responsables FRENTE a nuestras circunstancias y no POR nuestras circunstancias. El que podamos responder ante una situación no significa que la hayamos generado. No tenemos responsabilidad de que llueva, no podemos parar la lluvia, lo que sí podemos hacer es considerar la situación y salir con más tiempo. Lo que nuestra responsabilidad nos permite hacer es reconocer nuestro rol en el sistema que genera los efectos no deseados y vernos como un auténticos puntos de palanca, con total capacidad para modificar esos resultados.
¿Cómo cambiarán nuestras organizaciones y nuestra sociedad si comenzamos a vernos como responsables de nuestro destino?
Difícil definir semejante cambio positivo, nuestra imaginación es el único límite!

Cr.Rodolfo Pacher- Capacitador- Especialista en Comportamiento Organizacional

Nota Publicada en Suplemento "La Voz del Profesional" del Diario Uno, el viernes 08 de julio 2010

6 comentarios:

  1. Rodolfo:
    Genial. Me encanto
    Juan Carlos

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