miércoles, 11 de febrero de 2009

El Indec y la Deuda Externa

Fuente: El Diario, 31 de enero de 2009

Miguel Pacher (*)

Cuando a mi padre le agradecían un favor o servicio que desinteresadamente había prestado, en muchas oportunidades solía responder: “...vaya una por tantas...” , expresando así que lo hecho por él sólo había sido una atención por otras recibidas con anterioridad. Se trataba de una reciprocidad. Algo así como pago con la misma moneda que ya me pagaste.
A esa rememoración me llevó la lectura de una noticia publicada en estas páginas el pasado 20 de enero. En la misma se comentaba que la manipulación de los índices de precios por el Indec habían significado, en los dos últimos años, un ahorro de 60.000 millones de pesos para la Argentina, al reducir el ajuste por el Índice de Precios al Consumidor que corresponde a determinados títulos de la deuda externa.

AHORRO. Es decir que el Indec, al establecer niveles de inflación de alrededor de 8 % anual cuando consultoras privadas los estimaban en más de 20 %, contribuyó a reducir el ajuste de la deuda externa, generando así un ahorro en los pagos que efectúa la Argentina y una consecuente pérdida para los acreedores.
Seguramente el lector se preguntará cual es la relación de este asunto conocido por casi todos, con la mencionada expresión “ vaya una por tantas...”. Trataremos de explicarlo.
Es sabido que nuestro país soporta una colosal deuda externa generada, sustancialmente, a partir del golpe de Estado de 1976.
Durante los años de la dictadura, la deuda externa argentina creció de aproximadamente 6.000 millones de dólares a 43.000 millones en 1983.
Con ello se financió la construcción de autopistas y estadios mundialistas de fútbol pero una gran proporción de ese endeudamiento representó una espuria fuga de capitales al exterior. El Banco Central, por una parte, fue el facilitador al no controlar los autopréstamos en dólares de empresas privadas a través de los cuales fugaban las divisas aumentando la deuda. Por otra parte, el Gobierno endeudaba innecesariamente a empresas públicas con el exterior, como fue el caso de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales). Como si todo ello fuera poco, más tarde, la deuda contraída por empresas del sector privado se estatizó mediante el artilugio financiero de los denominados “seguros de cambio”. Así, renombradas empresas privadas de primera línea y de “mucho prestigio” aún hoy en el mercado (automotrices, papeleras, bancos, constructoras, siderúrgicas, cementeras y otras) transfirieron su deuda externa al pueblo argentino.

“DEUDA ODIOSA”. Conforme antecedentes del Derecho Internacional, la deuda externa contraída por la dictadura, podía ser declarada “deuda odiosa” y rechazarse como tal por los gobiernos democráticos desde 1983, pues había sido otorgada por los bancos prestamistas a un gobierno no constitucional y por ende no contaba con la aprobación del Congreso de la Nación. Pero también cabía rechazarla, en gran proporción, como “deuda ilegítima” dado que el carácter de deuda pública había sido forzado, como dijimos, mediante mecanismos onerosos para todo el pueblo argentino en flagrante beneficio de empresas privadas.

A LA JUSTICIA. Nada de lo que se debía hacer en ese sentido se hizo. Es más, un verdadero patriota argentino, llamado Alejandro Olmos, inició en octubre de 1982, en los estrados judiciales de la Capital Federal, la causa penal Nº 14.467 reclamando la ilegitimidad y el repudio de la deuda externa estatizada irregularmente. Las pruebas aportadas fueron irrefutables y la sentencia dictada confirmó indubitablemente que gran parte de la deuda externa argentina debía ser repudiada, es decir, no debía reconocerse y menos pagarse. Claro que dicha sentencia se dictó cuando la causa ya había prescrito y además también había fallecido su iniciador. No obstante, el juez de la causa giró el expediente al Congreso Nacional para que, conforme sus facultades constitucionales, tomara intervención en esa cuestión, toda vez que estaban comprobados los hechos delictivos que perjudicaban a todo el pueblo argentino y claramente identificados los responsables. Nuevamente, nada de lo que se podía hacer en ese sentido se hizo.

MONTO EN ASCENSO. Así, la deuda externa pública argentina siguió creciendo y llegó a más de 140.000 millones de dólares en el inicio del siglo XXI. Recordemos que ni el publicitado Plan Brady (1993), ni el Megacanje de Cavallo (2001), ni el arreglo y quita de 2005, ni lo que se está pergeñando en la actualidad incluido el anunciado pago al Club de París, resolvieron ni resolverán el problema del pago de la deuda. Por eso, mal que nos pese, consideramos que la misma se ha transformado en una deuda a perpetuidad.Como hemos visto, son tantas las veces en que nuestro país fue perjudicado por actos intencionados e ilegales relacionados con la deuda externa que, aunque podamos no compartir la forma en que el Indec logró el comentado ahorro, bien puede imaginárselo como una reciprocidad respecto de aquellos otros tantos actos perjudiciales para la Argentina. Vale decir entonces: ¡vaya una por tantas...!No obstante, cabe aclarar que no era ése el motivo ni el sentido con que mi padre empleaba esas palabras, pero no dudo que, como argentino, trabajador y jubilado que fue, aprobaría que las use yo para esta oportunidad, teniendo en cuenta, además, que nos permitió recordar cómo unos pocos hipotecaron el futuro argentino.

1) VÉASE DIARIO CLARÍN, 02/07/1985 Y COMUNICACIONES “A” 695; 696 Y 697 DEL BANCO CENTRAL DE LA REP. ARGENTINA.
TAMBIÉN, OLMOS ALEJANDRO, “TODO LO QUE UD. QUISO SABER SOBRE LA DEUDA EXTERNA Y SIEMPRE SE LO OCULTARON”; EDIC. CONTINENTE EDIT. PEÑA LILLO, BS. AIRES, 2004.

(*) CONTADOR PÚBLICO; DOCENTE UNIVERSITARIO

Es decir que el Indec, al establecer niveles de inflación de alrededor de 8 % anual cuando consultoras privadas los estimaban en más de 20 %, contribuyó a reducir el ajuste de la deuda externa, generando así un ahorro en los pagos que efectúa la Argentina y una consecuente pérdida para los acreedores.


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